No es exactamente una historia de amor, pero casi. Los lazos de esta familia con los lobos que han criado durante años son tan estrechos, que sus miembros han sido aceptados como parte de la manada, y viceversa. Esta es la historia de Carlos y de sus hijos Blanca y Miguel, una vida consagrada a estos animales que demuestra que el lobo no siempre es el malo del cuento, sino un amigo con el que aullar a la luna llena.
Tras una estrecha convivencia de más de veinticinco años con los lobos, y atendiendo la amable sugerencia del director de Natura, quisiera aprovechar la oportunidad que me brinda esta prestigiosa revista para continuar la labor que hace ya tres décadas inició mi maestro y "Amigo Félix", colaborando en la desmitificación del "Amigo Lobo" con la divulgación de ciertas experiencias personales que, probablemente, a muchas personas les podrán parecer increíbles.

||UNA MATRONA IMPROVISADA||
En ocasiones he sido privilegiado testigo del nacimiento de los lobeznos, habiendo compartido con sus progenitores los prolegómenos del parto y el impactante milagro del alumbramiento. A veces he desempañado el papel de "comadrona" y me he turnado con la loba en la crianza de los cachorros, para que éstos se acostumbraran a mi voz y a mi olor nada más nacer, y para que me reconocieran como a "papá lobo" en el momento en que abrieran sus ojos. Y durante los últimos años también mis hijos, Miguel y Blanca, me han ayudado a criar las últimas camadas lobunas, y ellos mismos se han criado jugando con los lobos.
Como protagonistas reales de "El Libro de la Selva", mis hijos han sido aceptados plenamente por las diferentes manadas de lobos ibéricos que he criado desde que ellos nacieron, y que forman parte de nuestra familia.
Animales tremendamente sociales y con un estricto orden jerárquico en cada manada, todos estos lobos me consideran como líder indiscutible (liderazgo que, no obstante, debo reafirmar continuamente, y especialmente durante la época de celo), y han adoptado a los niños como si fueran de su propio clan, respetándolos en todo momento, tratándoles con admirable delicadeza y permitiéndoles compartir, incluso, sus momentos más íntimos.
Personalmente debo decir que los lobos me han permitido compartir con ellos muchos de los momentos más felices e inolvidables de mi vida, algunos de gran intimidad, y, frecuentemente, en compañía de mis seres más queridos.
Aunque también debo reconocer que en ocasiones he sentido profundamente la pérdida de algunos ejemplares con los que me había encariñado de forma especial. En el transcurso de estos años he sido testigo de una larga serie de situaciones, y he tenido el privilegio de experimentar personalmente aquel proceso de confluencia y aproximación entre el lobo y el hombre que, con seguridad, tuvo lugar en algún momento del Paleolítico, cuando nuestros antepasados firmaron un pacto de convivencia con los ancestros de los cánidos domésticos; cuando el Homo sapiensconsiguió criar y mantener a la primera camada de Canis lupus junto al fuego de sus cavernas, y tras varias generaciones de convivencia en pacífica armonía y mutua colaboración se dio cuenta de que tenía a su vera un gran aliado para la caza y un fiel compañero, el Canis familiaris, "el mejor amigo del hombre".
||BAILANDO CON LOBOS||

Aunque sin duda los momentos más emocionantes y ensoñadores que he compartido con ellos,y en los que me he sentido ciertamente como un auténtico "hombre-lobo", han tenido lugar en noches estrelladas. Cuando me han permitido participar, como uno más de la manada, en ese exclusivo y estremecedor coro de aullidos que, en determinadas circunstancias, lanzan al cielo para comunicarse acústicamente con otros congéneres. Un canto melancólico y profundo que, probablemente, constituya la más hermosa composición musical que puede escucharse en la naturaleza. Y, francamente, me considero un humano muy afortunado al poder aullar con los lobos con cierta frecuencia en una especie de rito mágico y casi sobrenatural que, a veces, está presidido por la luna llena o por la luna nueva, y que en la inolvidable velada del 31 de marzo de 1997 tuvo como excepcional testigo estelas al cometa Hale Bopp.
Los lobos, por otra parte, y en contra de lo que muchas veces se dice sobre ellos, no matan jamás por el "placer de matar", y únicamente lo hacen para defender su territorio, su integridad física o la de su familia, o bien para comer. Y aunque su instinto cazador siempre va en su sangre, si están bien alimentados y se les acostumbra desde pequeños, me han demostrado en diversas ocasiones que pueden convivir perfectamente, en pacífica armonía, con otros animales teóricamente incompatibles e irreconciliables, como jabalíes y perros mastines.
||UNA FAMA INJUSTIFICADA||
Otra cosa es el temor real e instintivo que sí deben tener los ganados ante la presencia de este gran cazador. Pues cuando las presas silvestres no existen o escasean, los lobos no dudan en atacar a las ovejas, cabras, potros o terneros para alimentarse con su carne y poder subsistir. Ignorantes de que estas presas "torpes y facilonas" son mimadas especialmente por el cazador humano, y de que éste las considera "suyas" desde que se hizo sedentario, allá por el Neolítico, los lobos han atacado frecuentemente los intereses ganaderos del hombre, e indefectiblemente han obtenido la misma respuesta: una lucha sin cuartel, una especie de "guerra santa" que todavía hoy perdura, y cuyo último objetivo ha sido históricamente la completa extinción de la especie por todos los medios posibles. Objetivo que alcanzaron plenamente en la mayor parte de los países "civilizados" de Europa occidental en los últimos tiempos, pero que afortunadamente para nuestros lobos ibéricos no consiguieron todas las artimañas empleadas secularmente contra ellos en España y Portugal.
||MEDIDAS DE CONSERVACIÓN||

Ciertamente, el lobo es uno de los pocos competidores que el hombre tiene en la naturaleza, y en ocasiones puede afectar seriamente a sus intereses económicos, aunque sea "de forma involuntaria". Y en tales circunstancias los daños causados deben resarcirse con prontitud y generosidad a los ganaderos afectados, por parte de las administraciones competentes en materia medioambiental, pues las modestas economías rurales no tienen por qué pagar los costes de conservación de una especie que es patrimonio natural e irrenunciable de todos. Los ganaderos, por su parte, deben hacer todo lo posible para proteger sus ganados de los posibles ataques de los lobos, cuidándolos durante el día con pastores y guardándolos por la noche en cercados o apriscos adecuados. Y en cualquier caso deben asumir que su ganado es un bien valioso, del que no pueden despreocupares dejándolo pastar libremente en el monte sin ninguna protección, y es conveniente que lo aseguren ante la eventualidad de cualquier percance, incluido un posible ataque de lobos o de perros asilvestrados.
||RESPETAR LAS REGLAS||
Precisamente son la prevención y la compensación las líneas generales en las que debe fundamentarse la necesaria coexistencia entre el lobo y el ganado. Por otra parte, y dado que el lobo está considerado como especie protegida en algunas comunidades autónomas, y como especie cinegética en otras, la Estrategia anteriormente aludida debe coordinar su gestión de la mejor manera posible, convirtiéndose en un documento marco de referencia para todas ellas.
Investigadores y ecologistas deben aunar esfuerzos y trabajar conjuntamente en favor del lobo y de su conservación, evitando estériles enfrentamientos y facilitando toda la información disponible a los organismos e instituciones competentes, que deben arbitrar las medidas necesarias para garantizar la supervivencia de la especie.
No obstante, y personalmente, estimo que la muerte de un lobo por un cazador sólo debe justificarse en aras de un control (limitado y expresamente autorizado) para evitar daños de consideración en la ganadería de un determinado territorio.
Finalmente, creo que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en la educación ambiental de nuestra sociedad y que las informaciones que difunden pueden influir considerablemente tanto en el público de los mismos como en las personas que tienen en su mano la adopción de medidas de conservación. Considero que el lobo ibérico precisa urgentemente la colaboración de estos medios apoyando las campañas de divulgación iniciadas desde la administración y desde diversas ongs y grupos ecologistas que trabajan desde hace años en la defensa de la especie.
Por mi parte, y modestamente, intento contribuir con este trabajo a desmitificar la falsa imagen del lobo como ser diabólico y como sanguinario devorador de personas, y quisiera reivindicar su importantísimo papel como superpredador en el equilibrio biológico de los ecosistemas naturales. Reclamo desde estas líneas la aceptación y la comprensión que precisa para sobrevivir, y no sólo por parte de la población urbana, sino también, y especialmente, de la población rural que habita en las zonas loberas.
Carlos Sanz - "Natura"
0 comentarios:
Publicar un comentario